viernes, 14 de junio de 2013

Clase de Equitación


   Tenía más entusiasmo que experiencia y le saltó el corazón de alegría cuando  esa mañana soleada de invierno, salieron a pasear a caballo su monitor y ella por La Pedriza. Primero al paso, hasta alejarse de la escuela  y del sendero de peatones y bicis. Luego al trote, en campo más abierto y poco después, torcieron hacia la derecha entre árboles y cercas. El camino en ascensión, se hacía más y más agreste y accidentado. La airosa yegua del mocetón abría el paso. Comenzaron a galopar. El primer galope de ella al aire libre.

     Fue a la vuelta del paseo, cuando sintió que su rocín aún tenía ganas de correr, de mezclarse con el terreno y cruzarlo a la velocidad de sus ansias de  libertad. Ella sintió lo mismo; pero su inexperiencia la hacía vacilar por dentro. Al galope, no podía dudar. Debía confiar en su capacidad de adaptación y su equilibrio. Así que, con todo su ser en estado de alerta, respiró hondo, se aferró al animal y se entregó a galopar.
     Sortearon baches, lomas, riachuelos y ramas cercanas de los árboles vertiginosamente. La fuerza del bruto al galope, estrellaba su cuerpo contra el viento. Perdió de vista a su acompañante y se adentró en el paisaje que se le echaba encima a la misma velocidad que ella, en dirección contraria.  Por un instante que no supo calcular, como si atravesara un densa pared invisible, de un golpe, se le soltó el casco de protección, se rajaron las botas de la caña hasta la suela  abriéndose de par en par y el chaleco, la camisa y los pantalones se rasgaron en jirones saliendo despedidos hacia atrás. Se vio a si misma, sola con el caballo en mitad del bosque regresando al instinto primitivo, a  la mujer montaraz  y ancestral que debió ser , quizás, en otro tiempo.  Entonces se dio cuenta. Los ojos y los oídos de la bestia eran los suyos. Crines y cabellos formaban una sola cabellera. Una sola respiración , un solo ritmo. Se había fundido, introducido en el cuerpo de su amigo que la portaba.

    De lejos, entre el ramaje, vislumbró que se precipitaban al lugar dónde la senda se hacía más concurrida. Ella retornó a su sentido común. Debían entrar en la finca con tranquilidad. Reconoció sus guantes aferrando las riendas y sus botas sobre los estribos. Echó el cuerpo hacia atrás y frenó el impulso del caballo. El instructor y su yegua, aparecieron a su lado con absoluta naturalidad.

   Ya en la escuela, desensillando, mientras acariciaba al animal, el muchacho  le preguntó :
-¿Qué tal?.  ¡He visto que casi saltas!
Y ella contestó quitándose el casco, balbuceando como el que está aprendiendo a hablar:
-Ha sido…una experiencia…increíble-mente…salvaje…

martes, 4 de junio de 2013

Una página más




Una página más.
La he leído sin rencor.
La he pasado sin hablar .
Sin mirar atrás.
Para avanzar.

¡Cuántas páginas
habré roto,
arrancado y repetido!
¡Cuántas habré releído
como si no existiera
nada más!
¡Cuántas empapadas
en lágrimas!
¡Cuántos renglones torcidos!
Cuántos tachones,
y puntos suspensivos…
Cuántas quemadas por malditas
y dañinas.

Hasta aprender
a sonreír

como una flor

abriéndome paso
entre espinas.


Ahora  sé,
que lo que escribí
ayer , ya pasó. Dejó de ser.
Lo que importa
hoy,
no son
las veces que me equivoqué,
sino saber
que hay otra página,
una más
ante mí,
que escribiré,
esta vez bien,
de principio a fin.


lunes, 3 de junio de 2013

Reposo


Acostada en la hierba
verde lecho me acuna acogedor,
bajo este árbol que presta
cobijo, abrazo, arrullo al ruiseñor;
perfumada de malvas
con profundo embeleso
contemplo la intensa delicadeza,
contraste cegador
de original belleza,
fractal arquitectura
cromática perfecta,
de la Inteligente Naturaleza. 
Descansa mi mente al viento y regresa
a los mirlos, a la paz y a la Tierra.