martes, 21 de mayo de 2013

Romance de la Luna pícara

Caprichosa mudas, Luna
nueva,llena,oculta,clara;
te insinúas por la noche
entre fuentes esmeraldas.

Trocas en perlas los chopos
con la luz de tu mirada,
sueñas caminos de estrellas
como una actriz veterana.

Irreverente te asomas
en las tardes soleadas,
le guiñas un ojo al Sol
transparente y azulada.

En la Ribera del río
duermes solita en tu hamaca,
 y no tienes quien te acune
con tu sonrisa de plata.

Miras todo Luna buena
Lo ves todo, Luna mala.
Luna amiga que iluminas 
al poeta y a su andanza.

viernes, 10 de mayo de 2013

Ha pasado un ángel


Tuvo que ver con la explosión.
Al principio, en los primeros días tras su regreso a Barcelona, una irrefrenable verborrea le había llevado a contar a todo el mundo, lo de la bomba. Su terrible e inconfundible estruendo todavía resonaba en su mente. Su cercanía.
Con todo detalle había descrito aquel largo y maravilloso fin de semana en San Sebastián: Cuatro jóvenes amigas con mochila, recibidas con los brazos abiertos por sus amigos donostiarras, que habían hecho gala, una vez más, de la espléndida y generosa hospitalidad vasca.
A punto de regresar, en el bar de la estación de autobuses, frente al río, le asaltó una extraña inquietud. Sintió que debía llamar a su familia para que supieran que estaba bien. Que todo había sido perfecto. Mientras esperaba a que las chicas saliesen del aseo, la puerta del bar se abrió empujada por una bocanada de viento que le recorrió todo el cuerpo. Se sintió extraña.  Por algún motivo se impacientó con sus amigas y las sacó del bar, sin miramientos y sin escuchar sus protestas, en dirección a su autobús, aún cuando faltaban todavía 15 minutos para salir.
El conductor abrió la puerta del compartimento de equipajes y ella se agachó junto a Pilar para acomodar las bolsas. Otra ráfaga de aire la envolvió como en un abrazo. Se estremeció. Y de repente, la deflagración. El estrépito inundó sus oídos como si estuviera bajo el agua. La realidad se fraccionó ante sus ojos en instantáneas. El temblor bajo sus pies. Su bolsa verde. Los ojos de Pilar. Los edificios de enfrente. Los cristales del bar por los aires esparcidos. La cara de Julia, contraída y la de Mar, llorosa, la miraban interrogándole. 
La realidad volvió a tomar movimiento. Primero lentamente, reconociendose unos a otros, mirando en dirección al estallido, al otro lado del río, a pocos metros de allí. Luego, a ritmo normal, a ritmo de respiración aliviada, a ritmo de todas están bien, están bien, estamos bien... Sus oídos regresaron del fondo del agua, con las primeras sirenas de la policía, con los sollozos de la dueña del bar, que venía descompuesta corriendo.
Julia rompió a llorar y no dejó de hacerlo en todo el camino. Mar, maldijo el País Vasco y a los mal nacidos de E.T.A., jurando que no volvería jamás. Pilar y ella, trataron de calmarla diciéndole que eso no era justo. No podía condenar a todo un pueblo, a sus amigos, por las acciones de unos pocos. Por una bomba..
- Perdona-contestó de inmediato,- con una bomba tengo más que suficiente para toda mi vida.
Y enmudeció durante una semana.
En eso tenía razón. Ciertamente era una buena respuesta, pensaron Pilar y ella y durante todo el camino de regreso, hablaron de lo terrible que es vivir en el miedo, de sus amigos y sus deseos de vivir en paz. En sus mentes se reproducían una y otra vez las imágenes del brutal suceso. Trataban de calcular el impacto que  acababa de grabarse en sus memorias y en la de las personas que estaban en la estación. Habían salido ilesas; pero no sin heridas. Cada una llevaba consigo una explosión. Tanto daño en un solo instante. Nadie tenía derecho a hacer eso...y suspiraron al unísono. 
Entonces, ella comenzó a hablar de nuevo. Esta vez, atropelladamente, sin parar, casi con entusiasmo, como si estuviera leyendo un libro. Exclamó que estaban vivas, que de algún modo, habían sido protegidas. No podía explicar cómo; pero había comprendido que consolidar la paz en cualquier sitio, era cuestión de aprender a anteponer el valor de la vida y su protección, por sobre todo lo demás. Ese era el único argumento válido, el único comportamiento realmente humano capaz de cortar el interminable circuito de odio, venganza, sangre, miedo y sufrimiento. Hoy todos habían sufrido como un sólo ser humano, sin importar que fueran catalanes o vascos. Hoy todos tenían otra oportunidad y eso debía servir para algo.
Pilar escuchó a su amiga con atención y la miró como si fuera la primera vez. Sin saber que decir, supuso que después de la bomba, ya nada podría aturdirlas más.  Con todo, finalmente, se prometieron  volver al País Vasco.

Una semana después, la invadió el silencio. Estaba ensimismada. Sabia el recorrido que llevaba de su casa al trabajo de memoria; pero no era consciente de las calles, ni del tráfico ni de la gente. 
En medio de una conversación, se quedaba inmóvil, con el cigarro encendido entre el índice y el corazón y mordisqueando le uña del pulgar, la mirada opaca, ajena a las voces de sus compañeros.
Lo había explicado casi todo; pero lo que había ocultado hasta entonces, y ahora ocupaba su mente, era que en aquella película de flashes tras la explosión, había un fotograma, una imagen que no podía estar allí, y que, sin embargo, se superponía transparente, sobre todas las demás:
Una figura masculina de rostro rectangular, como de piedra, ojos de acero, melena y grandes alas abiertas, la miraba . Abría sus alas para protegerla a ella. Ella podía ver y recordar el resto de las imágenes a través de él sin perder la absoluta certeza de aquella figura nítida y aquellas alas. Pero eso, no iba a contarlo. ¿Quién iba a creerle?
- Amalia, ¿Amalia?.. ¿Te encuentras bien? -  una mano en el hombro la atrajo de nuevo a  la conversación. Casi se le había consumido el cigarrillo entre los dedos.
- ¿Si...? Perdón, ¿decíais?... - contestó.
Sus compañeros la miraban en silencio.
- ¡Vaya! - comentó alguien - . ¡Ha pasado un ángel!
- Eso... -sonrió Amalia -  .. un ángel...

Goliat


   Goliat corría como siempre. Le gustaba retarse. Trepó  de una carrera hasta la cima de la colina, desde donde se divisaba todo el verdor del valle.  Allí arriba, frenó  de repente , echando su cabellera hacia delante. Estiró el cuello y giró la cabeza hacia el horizonte. Así quedó unos minutos , posando para un  pintor imaginario . Le encantaba saber que su estampa y su pelo rojo, se contrastaban contra el azul del cielo. Sabía que no era el más inteligente, ni el más hermoso, ni el más rápido; pero era un caballo, y eso, ¡era importante!
   Llegó trotando a un paraje árido, diferente a sus prados verdes y riachuelos transparentes. Le fascinó el lugar. Todo parecía resplandecer como si millones de pequeños soles terrestres se hubiesen encendido a la vez.
Raspó con sus pezuñas las piedrecitas que se deshacían crepitando. Descubrió con entusiasmo que si aceleraba su carrera, podía encaramarse en lo alto de las dunas y resbalar al otro lado  en medio de una gran polvareda.
   El habitante de aquellos lugares, hacía rato que le observaba. Primero con reservas y más tarde con franca simpatía.
En su loca carrera de saltos y coces, Goliat, trotó peligrosamente cerca de su observador oculto, que le gritó:
-¡Cuidado, patazas, que me aplastas!
-¿Patazas?- resopló, airado, cuadrándose sobre sus cascos. Orientó  las orejas para reconocer de dónde venía aquella voz profunda y descubrió al alacrán camuflado en el terreno.
-¿Cómo te atreves a llamarme patazas,… enano?
-Eres muy torpe para ser un caballo. Podrías haberme matado – continuó el alacrán muy  tranquilo, mientras se quitaba la arena de las patas.
El potro abrió sus ojos, atónito. Sintió ganas de pedir disculpas, estaba avergonzado; pero en lugar de eso, agitó sus rojas crines y contestó:
-Y , ¿tú?, ¿ es que no ves ?. ¿Qué hacías poniéndote bajo mis patas? - y levantó la cabeza abriendo mucho los ojos y los orificios de la nariz , en una expresión , que creyó bastante amenazadora para su adversario.
El alacrán le miró de arriba abajo y le preguntó sonriente:
-¿Me tienes miedo?
-¿Miedo?¿De alguien tan pequeño?, ¡Ridículo!.-Esta vez , el bruto echó sus orejas hacia atrás, enfadado, y enseñó los dientes.
-Mi picadura es mortal.- Continuó con flema el alacrán.
- He oído hablar de ello. Pero no podrás hacerlo mientras yo esté alerta, y entonces, serías tú el que lo pasaría mal.- Para confirmarlo, el caballo, se levantó de manos y ensayó unos cuantos saltos a dos patas. Mientras se exhibía, le sacudió un fuerte escalofrío:
-Podría hacerlo, si me descuido…- Así que, acercó su belfo a la cabecita del alacrán entornó los ojos y con voz suave, relinchó:
-Y…, ¿por qué tendrías que picarme?
-Porque…-empezó el arácnido frotando pensativo sus pinzas.
 La bestia inclinó la cabeza expectante. El otro trató de acabar; pero una nubecita ensombreció sus redondos ojos. Goliat , olió que estaba metiendo las narices dónde no le importaba. Así que resopló con respeto, hizo un par de cabriolas y cambió de tema.
-Soy Goliat, y el mundo es mío.
- Y yo ,Escorpión, y esta es MI CASA.-Recalcó por si quedaba alguna duda.
-¡Qué tontería!- pensó el cuadrúpedo.- Quédate con tu casa que yo me quedaré con mi mundo.
-¡Escorpión!- saltó de nuevo Goliat.-¿Estarás aquí mañana? Me gustaría volver a verte.
- No me moveré de aquí.- Oyó que decía el de la voz profunda.
   Y Goliat, se fue despacio, sin atreverse a mirar por el rabillo del ojo al Escorpión. Cuando se hubo alejado, galopó con todas sus fuerzas, y galopó también al día siguiente, temiendo no encontrar a su nuevo amigo. Al llegar al lugar de la cita, frenó el paso, contuvo jadeante la respiración y ocultó las enormes ganas que tenía de volver a verlo. Y, ¡allí estaba!. En el mismo sitio, en la misma posición en la que le había dejado.
   Fueron inseparables desde entonces. Paseaban juntos, orgullosos el uno del otro, ignorando las cabezas de los otros animales que se giraban para mirarlos. Formaban una pareja especial y lo sabían.

 -¿Qué te ocurre, Escorpión?- Preguntó un día el de las crines rojas.- Hace días que te encuentro…, triste…callado…
-No es nada, Goliat- dijo. Pero sus redondos ojitos se volvieron opacos.
El alazán, receló un momento al descubrir aquella nubecita  que asomaba de nuevo en los ojos de Escorpión y sacudió con fuerza su cabeza como para borrar los malos presagios. Aquella nubecita ensombrecía cada vez mas, la mirada de su compañero.
Una noche en que Goliat descansaba como lo hacen los caballos, Escorpión se le acercó. Por fin, irguió su cola, y musitó:
-Lo siento, amigo; pero tengo que hacerlo.
Fue rápido , certero, seco . En el tiempo en que uno pestañea, el aguijón envenenado entró y salió del corazón de Goliat. Este entreabrió los ojos:
-¡Lo ha hecho, Gran Unicornio! ¡Lo ha hecho!¡Estoy muerto!
-¿Te encuentras bien, amigo?-acertó a decir el del aguijón.
El caballo, al oírle, logró ponerse en pie. Le miró incrédulo, con odio , la boca abierta llena de espuma. La ponzoña había echo efecto y ardía en su interior. Se alzó de manos incapaz de soportar aquel dolor de locura, con la intención de patear, pulverizar, borrar para siempre al Escorpión de la faz de la Tierra. Desde arriba, de pronto, vio los ojitos redondos y negros de su pequeña víctima. Quedó petrificado. La nubecita se había deshecho en lluvia.
-Tu eres un caballo. Yo soy un escorpión. Tenía que hacerlo. No puedo evitarlo.-
En lugar de descargar su golpe, Goliat se desgarró el pecho en un  brutal relincho. Giró con violencia sobre sus patas traseras y salió disparado en estampida. El fuego del veneno le devoraba el corazón y se expandía por las venas, las entrañas y el cerebro. Algunas ascuas empezaron a brotarle por los poros. Aún así, corrió con tal furia , que arrancó chispas de las piedras. Pronto ardieron sus pezuñas y en seguida sus rojas crines . El dolor, la ira, el veneno y el viento atizaron las llamas hasta engullirlo en  una enorme bola de fuego desbocada y sin destino.
  Pero el Gran Unicornio que habita en las Praderas de la Serenidad, lo vio todo y lo escuchó todo , y , a buen seguro,  concederá a Goliat, las alas de Pegaso .