Es fácil echarme a mi la culpa. A mi poderoso influjo:
Ella creyó en él. Todos lo hicieron.
“Mi voz, mis ojos, mi boca, mis manos, son para amarte
mejor”; le juró.
“Es un buen hombre”, se dijo, loca de amor.
El mismo hombre, que tras la boda, le destrozó el corazón,
le desgarró las entrañas y las esperanzas, devoró su carne y su cuenta
corriente y la dejó desangrarse en mitad de la hipoteca.
Es fácil echarme a mi la culpa. Pero yo sólo pongo luz a lo
que los lobos van a hacer de todos modos.
La Luna
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